martes, 14 de febrero de 2012

Sión

Sión: nombre de una fortaleza jebusea conquistada por el Rey David situada en el actual Jerusalén.

Poco o nada sabía yo de qué era Sión y mucho menos, que durante un fin de semana, esta palabra y su significado se convertiría en protagonista.

El sábado pasado 11 de febrero en Belorado (Burgos) asistí, con varios amigos, a la ceremonia que convierte a una postulante en novicia. Estamos hablando...de Iglesia, de religión.

Tengo el privilegio de poder contar y describir esta historia con la distancia y la objetividad que me da el no conocer bien a la protagonista.

A las cinco de la tarde, hora bruja en la tauromaquia, comenzaba la ceremonia. Una capilla pequeña, se abarrotaba poco a poco de jóvenes rebosantes de fe y las paredes resistían el frío polar de fuera. Quizás fuera por la emoción del momento, porque Dios está ahí cuando más lo necesitas o porque el suelo del convento se calentaba de manera artificial y carísima. Dios bendiga los donativos de las misas! Gracias a todos.
Al otro lado de la valla, que simboliza la clausura de las Hermanitas de Santa Clara, una veintena de monjitas susurraban y ultimaban los  detalles para la ceremonia. Mientras tanto, los hombre de la manada, se vestían y comentaban, quizás el último partido del Real Madrid, quizás el bar que conocieron ayer....ellos no estaban encerrados, vivían al otro lado de la valla. Sin embargo, con el poder otorgado por El Divino de dirigir la celebración.

A las cinco de la tarde, entra Sor Susana, vestida de blanco, ataviada con flores y adornos como novia ante el altar que era. La que fue Susana hasta hace un año, es farmacéutica, tiene 27 años y nació y se crió en una familia normal de Madrid.

La ceremonia comenzó con un sermón/discurso de uno de los curas que la asistían. Nos explicó, que era necesario despojar a Sor Susana de toda la belleza y adornos supérfluos, y entre opiniones sobre la virginidad, la ética, la moral y la clausura que él nunca ha practicado ni practicará.... las hermanas de la congregación ayudaron a Sor Susana a despojarse del vestido, de las flores y le cortaron con unas tijeras de la costura el pelo. Inmediatamente, vistieron a la ya María Sión de la Trinidad con el hábito y le dieron los libros de reglas y aquella información necesaria para comenzar su carrera eclesiástica.

A las siete de la tarde, terminó la ceremonia, tras una hora de misa. A continuación, las hermanitas ofrecieron a los asistentes una suculenta merienda.

Cuando tuve la oportunidad de hablar con María Sión, me dí cuenta que era feliz. Muy feliz. Todas las monjas de allí, resplandecían felicidad. Eso me tranquilizó. Pero a la vez, me creció un sentimiento tremendamente injusto. Injusticia por lo que habíamos presenciado, por ver las sonrisas de amigos y familiares de ella, felices ante el nuevo camino que estaba tomando. Pensé que debía de existir una manera mejor que esa de ayudar al mundo y continuar amando a Dios.

Entonces decidí, llevarme algo positivo de todo aquello. Valoro más los objetos y bienes insignificantes (juegos de mesa, películas....). El acceso a información de lo que pasa a mi alrededor. La libertad de elección y de pensamiento. El amor por uno mismo, el cuidarse, mimarse y dedicarse tiempo. La expectación. El saber de mi familia, de mis amigos y poder tocarlos, abrazarlos y besarlos sin una valla de por medio.

Pero me falta una cosa, algo que María Sión con la misma edad que yo....ya había conseguido. Y era tener la convicción de saber qué es lo que quiere y cómo conseguirlo. En sus ojos había felicidad pero también determinación y firmeza.

Y lo apasionante que es la vida.....al otro lado de la valla?

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